domingo, 18 de octubre de 2009

Las palabras precisas (Microrrelato)

Julián Álvarez estuvo años enteros buscando las palabras precisas para confeccionar el relato hiperbreve perfecto, de tan solo una línea, pero sin querer lo que terminó dando a luz fue su famosísima novela.
En poco tiempo se transformó en un fenómeno mundial: fue traducida a más idiomas que la Biblia y se vendieron centenares de millones de ejemplares, a la par que estallaba en el mundo del cine una violenta guerra por ver quien lograba llevarla a la gran pantalla.
Los trabajadores que se levantaban temprano conseguían olvidar las penurias de la hora punta desayunando ávidamente sus hojas, los desdichados dejaban a un lado sus lamentaciones cuando se adentraban en su increíble trama, los niños se encerraban en sus habitaciones y leían hasta caer extenuados. Las ciudades se tornaron silenciosas, seguras y tranquilas, porque todo el mundo se encontraba sumergido entre las líneas de tal historia prodigiosa, que a día de hoy sigue siendo leída y releída una y otra vez. ¡Es un milagro!

Julián Álvarez desistió en su tarea de encontrar las palabras precisas para su relato de una sola línea, y se conformó con haberse convertido en un autor de culto que había logrado tirar un salvavidas a la humanidad. Y, relajándose un poco, empezó a preocuparse en cosas más materiales, como amueblar su pisazo del barrio de Salamanca, la mansión neogótica de Inglaterra y el loft de Nueva York, con vistas a Central Park y a no se qué sitios más. En un cajón olvidado de su escritorio descansan unos legajos amarillentos de papeles, llenos de palabras que fue apuntando durante años: Gato, cremallera, helado, sábana, muérdago, jengibre, pegatina, espejo; palabras que, por un inexplicable azar, por la mayor de las jugarretas que ha hecho la ley de la probabilidad, habían conformado la novela.

Y al igual que Julio César, antes de marchar sobre Roma, lloró al recordar las gestas de Alejandro Magno, los escritores del mundo entero se lamentaron y se siguen lamentando al convencerse de que la novela de Julián Álvarez es insuperable, la obra maestra de la literatura. Y por ello se sienten terriblemente insignificantes, les invade una atroz frustración, lo que les lleva a que uno a uno vayan dejando el camino de la literatura e, incluso, su propia vida.

1 comentario:

  1. Javier Sáez de Ibarra19 de octubre de 2009, 5:50

    Enhorabuena, Fernando, por seguir en la brecha de la literatura. Más alla de notas y cometnarios, yo creo en la fidelidad a la vocación y el imrprescindible diálogo.
    Un abrazote.

    ResponderEliminar