lunes, 19 de octubre de 2009

El león Nero

Al norte de Londres se encuentra el solemne cementerio de Highgate. Éste empezó a construirse en 1839, convirtiéndose en una joya de la arquitectura funeraria victoriana. Con el paso del tiempo ha sido invadido por la vegetación, y actualmente es casi más un parque que un lugar de reposo. En él nos encontramos con las tumbas de insignes personajes como Karl Marx o Charles Dickens.
Entre otras muchas, destaca la tumba de George Wombwell, hombre de circo que poseía una colección de animales exóticos con la que recorría Inglaterra, siendo incluso recibido en numerosas ocasiones por la reina Victoria.
Sobre ella descansa, con rostro apesadumbrado, una reproducción pétrea de su león Nero, guardián fiel de sus restos para toda la eternidad. Desde la primera vez que la contemplé me sobrecogió profundamente. Si en vez de una tumba fuera una mujer, quizá me enamoraría de ella.

En su momento, hace ya algunos años, escribí un relato sobre el león Nero. A día de hoy sigo creyendo que ha sido lo mejor que he escrito, pero misteriosamente lo perdí entre el caos de papeles que es mi mesa (Quizá se lo haya tragado algún agujero negro escondido por aquí...) Todavía hay por todas partes restos de caspa, tal fue el ataque que me dio al no encontrarlo.

Sigo emocionándome cada vez que veo alguna fotografía de la tumba. La próxima vez que vaya a Londres tendré que pasarme por el cementerio de Highgate, y acariciar el lomo frío y gris de Nero para darle algo de calor y consuelo.

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