jueves, 22 de octubre de 2009

Sed (Microrrelato)

La momia llega tambaleándose. Se agacha, crujen sus doloridas articulaciones, que se doblan mohosas, hunde el rostro embalsamado en las cremosas aguas del Nilo, y se pone a beber de ellas con la furia de la bestia que lleva dentro. Lentamente va recuperando tanto su antigua forma primigenia como su poder tiránico, aquel mismo con el que cierta vez mantuvo a todo un pueblo bajo la sombra teocrática de su égida, y con el que ahora intentará someter al mundo entero.

Al fin y al cabo todos estamos hechos de lo mismo: Un noventa por ciento de agua y una décima parte de arenas del desierto, productos fácilmente obtenibles y recuperables.

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